miércoles, 1 de julio de 2009

El culmen del Ello (Cuento)

José Antonio Forzán Gómez*

Freud se contempló en el espejo. Viejo, cansado, con las adicciones a cuestas y el cáncer enemigo.

Había sido aplaudido y perseguido. Citado y despreciado. Era él un hombre de su siglo, el autor de los sueños y el padre de las pesadillas.

Tan lejos le quedaban sus juegos infantiles, sus rondas y sus primeros libros. Sigmund había dejado de ser niño. Era un genio, un verdadero signo.

Se recostó, pidiendo un vaso con agua, pensó, como siempre, en su madre y en su mundo destruido. Eros y Tanatos, les había dicho. Llorando, entregó el espíritu.

* Coordinador de Ciencias del Lenguaje y Antropología de la Comunicación en la Escuela de Comunicación de la Universidad Anáhuac.

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