miércoles, 1 de julio de 2009

El extranjero (Cuento)

Verónica Arista Trejo*

VERDE
Sumergido en el caos vial de las grandes ciudades renegaba el estar en medio de una manifestación de la que no alcanzaba a comprender lo que ocurría y que movía a toda esa gente ahí reunida clamando el respeto a la independencia del país. No hubo de otra, tuve que abandonar el automóvil y seguir el camino a pie para llegar a la reunión de trabajo. El tema de discusión sería llevar a cabo un tratado comercial para la explotación de recursos naturales en México con mi país. Como pude yo y mi comitiva logramos adentrarnos al punto de reunión, como potencia extranjera que representamos, ofrecimos las mejores condiciones para conseguir la tan deseada concesión para la explotación de energéticos a través de nuestros representantes de la iniciativa privada. Fueron horas de discusión que terminaron con las palabras de un senador que habló del contexto en el que México había logrado consolidar la propiedad y explotación de recursos a través del artículo 27 constitucional, producto de una lucha histórica por parte del pueblo mexicano. Habló de otros momentos como la expropiación petrolera con el Presidente Lázaro Cárdenas quien también defendió los recursos de su país. El ciudadano cerró su discurso diciendo: “En memoria de un pasado construido por generaciones pasadas, los RECURSOS DE MÉXICO NO ESTÁN EN VENTA.”

La reunión se cerró ante el aplauso de la gran mayoría de los ahí presentes y ante el clamor de esa gente que a mi llegada por la mañana obstruía el paso para llegar a la reunión, mis compañeros y yo salimos sintiéndonos derrotados ante tal situación, sin comprender del todo el rechazo de tan tentadora oferta.

BLANCO
Salí pensativo del recinto y decidí caminar por mi cuenta recorriendo aquella ciudad que presentaba tantos contrastes en cada uno de sus rincones, no podía negar la magnitud de su Zócalo, la gran bandera, los edificios coloniales, e inmerso en mis pensamientos sentí como de pronto alguien me empujaba y arrebataba de mis manos el portafolios que llevaba, comencé a gritar pidiendo ayuda pero mis gritos se perdían entre la multitud, cuando de pronto, un niño me dijo:

-No se preocupe mi jefe, yo se lo recupero. -Pensé: ¿cómo un niño de escasos ocho años podrá salir en mi auxilio?

El niño salió corriendo detrás del individuo que me había quitado mi portafolios, yo más decepcionado que nunca me quedé totalmente ensimismado ante la impotencia y frustración de la situación que estaba viviendo, cuando de pronto el niño apareció de nuevo llevando en las manos mi tan valioso portafolios, me dijo:

-Tenga señor, logré quitárselo a mi “compa”.
-¿Pero cómo? ¿Tú le conocías?
El niño apenado movió la cabeza afirmando:
-Discúlpelo por favor, no sabe lo que hace, él al igual que yo, vivimos en la calle y la desesperación lo ha llevado a robar.
-Pero, ¿por qué me has ayudado?
-Bueno señor, tal vez usted no me recuerde, yo hace unos meses limpié el parabrisas de su carro y usted fue muy generoso con el dinero que me dio, me permitió comprar comida para compartir con los otros niños con los que vivo, ¿sabe? Yo estaba a punto de dejar de creer en el trabajo como medio para vivir, pero usted me dio esperanza y me dio una sonrisa cuando me dio el dinero, por eso se quedó grabado en mi corazón, perdone a mi compañero, el ya no cree que podamos salir librados de ser pobres, pero yo sigo creyendo en que esto algún día cambiará, porque hay gente que todavía puede confiar en nosotros, gracias.

Ese día, gané a un buen amigo mexicano, de quien gratamente recuerdo, su nombre: Chuy.

ROJO
Lluvia, la lluvia terminó haciendo desbordarse el río arrasando todo a su paso, destruyó casas, comercios, monumentos y se cobró también con algunas vidas, ¡qué devastación veíamos mis compañeros y yo en la televisión al ver lo ocurrido ante esta catástrofe! Nadie está preparado para los embates sorpresivos de la naturaleza. De inmediato, quisimos ayudar a esa gente, nuestra gestión en México como parte de la comitiva de la embajada estaba a punto de terminar, después de estar varios años en México, decidimos colaborar directamente con el país, compramos provisiones y tomamos la primera avioneta disponible para volar al lugar del siniestro, no dudamos ni un segundo en cambiar nuestros trajes elegantes por ropa cómoda que nos permitiera ir personalmente a entregar lo necesario a la gente en los albergues, ahí conocí a Rosa, una maestra de escuela que sorprendía por su poder de convocatoria y motivación para con su gente. No descansaba ni un momento, a pesar del cansancio reflejado en su rostro, ella nos agradeció la ayuda que llevamos y antes de despedirnos, volando en helicóptero, nos dijo:

-Miren, esa es mi escuela, o más bien lo único que se percibe es el techo de la escuela donde trabajo, pero les aseguro, que a pesar de las dificultades, esta escuela se reconstruirá y seguirá brindando educación a los niños del Estado.

Nunca olvidaré la mirada con el llanto contenido de la maestra Rosa…

-Y bien mi querido amigo, ¿por qué te tengo que contar estas historias?
-Son muy conmovedoras, Jacques, ¿pero qué tienen que ver, con que me expliques el significado de los colores de la bandera de México?-
-Pues bien, Michel, porque cuando llegué a México, solo conocía de este país lo que decían algunos de los muchos libros que he leído, que la bandera tiene su antecedente con su guerra de Independencia. Cuando se firmó el Plan de Iguala, se dijo que cada color representaba una garantía: el verde la independencia, el blanco la pureza de la religión y el rojo la unión del pueblo. Yo he comprobado, como el pasado es un signo de identidad que marca a las naciones, en México, esas garantías siguen presentes en su acontecer, el tratado que se pretendía firmar, llevaba ventajas para los sectores pudientes y perjudicaban el beneficio común de la nación, los defensores de la no privatización supieron aprender de su historia para hacer valer la independencia y soberanía que debe tener un pueblo para tomar sus decisiones. Cuando te he hablado de mi amigo Chuy, no pude ver otra cosa más que la pureza en ese niño…

-Pero Jacques, ¿no decías que estaba vinculado con la religión?
-Efectivamente Michel, en su momento la pureza representó a una religión, hoy en México se vive una libertad de culto, pero esa pureza está traducida, en algo que mueve a los seres humanos, tan fuerte como cualquier religión lo pueda inculcar y eso es la esperanza de ese niño de la calle, por seguir creyendo en la gente, en su pueblo y en los valores que la sostienen, Chuy es la niñez de México, en la que está sembrado el porvenir de ese pueblo y mientras sigan creyendo en su país, este seguirá evolucionando. Finalmente, hablarte del incidente de la inundación no es otra cosa más que la muestra de unión de un pueblo, ante los malos momentos, los mexicanos saben ser solidarios, saben levantarse de los golpes que te puede asentar la vida, Rosa es un ejemplo, a pesar de ver su escuela destruida no perdió la fe en que con la ayuda de todos en su entidad saldrían adelante, su escuela solo es un ejemplo en todo el universo de esa catástrofe y con orgullo te puedo decir, que he recibido correspondencia de Rosa, los cursos se han renovado y más generaciones seguirán preparándose en su escuela.
-Vaya Jacques, ¡Me dejas sin habla!, tu estancia en México ha sido muy prolífica por todo lo que me cuentas que te toco vivir.
-Así es Michel, mi estancia en México, ha sido una historia de vida, pintada en tres colores, que han quedado grabados en mi corazón.

* Profesora de Historia en la Escuela Secundaria Diurna No. 8

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