viernes, 17 de abril de 2009

El lobo. Otro cuento verdadero

Fidel Silva Flores*

Nos citaron con carácter de urgente en la inspección, como maestros frente a grupo era imprescindible reunirnos con nuestros pares de la especialidad de Física y Química para realizar en conjunto los exámenes de segundo grado en la materia de Ciencias con énfasis en Física. Era un asunto de relevancia ya que era el primer año en donde se aplicaba la Reforma Educativa y por lo tanto la relación entre compañeros nos permitiría intercambiar información acerca de los contenidos y estrategias para trabajar de la mejor manera con nuestros alumnos. Fue cuando lo vi. Estaba sentado junto a la ventana principal del aula magna y junto a él un gran perro amistoso que lo acompañaba. Me acerqué y le pregunté preocupado:

– ¿Cómo te permitieron entrar con tu acompañante canino?
Volteó de inmediato y sorprendido me contestó:

- ¿También lo viste? Al afirmar me pidió su descripción y en donde se encontraba, al intentar buscar al animal, este había desaparecido y volví a preguntarle:

-¿Dónde lo escondiste?
Me contestó alarmado.- No lo veo y no traje ningún animal-. Ahora era yo el atemorizado.
Cuando iniciaba su explicación, llego el C. inspector con los instructivos y apoyos necesarios para el trabajo colegiado e interrumpimos nuestra animada conversación. Trabajamos en equipo y antes de las tres horas previstas, terminamos la actividad colegiada; la secretaria de la escuela nos haría el favor de imprimir; doce tantos con examen y guía para doce participantes. Me invitó a comer el camarada para que ambos pagáramos nuestros consumos respectivos. Al sentarnos frente a la mesa en donde nos empezaron a servir, inició su relato de la siguiente manera:

“Hace tres años me encontraba sentado en uno de los vagones del metro rumbo a la Coordinación Sectorial cuando una pequeña niña me preguntó: - Señor ¿Me presta su perrito para jugar con él?, estoy aburrida y se ve mansito. Su mamá y yo volteamos intrigados, no existía el perro que la niña mencionaba. En los vagones no es fácil meter uno. La niña le hacia señas a un animal que nosotros no veíamos el cual aparentemente le respondía. Ellas se bajaron en la tercera estación y continué intrigado con mis recuerdos; Cierta noche llegué cansado a la Unidad Habitacional en donde vivo; bajaba del automóvil cuando de pronto escuché a un joven que le gritaba, pistola en mano, a un perro que lo atacaba, desesperado salió corriendo seguido por un animal que no se distinguía. Mas adelante policías de la Unidad, me informaron de un asaltante que les mencionó, al ser detenido, cómo unos días antes, en un intento de asalto a un vecino, un lobo lo atacó y a partir de ese día no dormía en paz y soñaba que unos lobos lo devoraban.

En otra ocasión recordé cómo al ser designado Coordinador docente de una actividad renombrada, un compañero de trabajo envidiaba mi puesto y hacía esfuerzos desesperados para lastimar la actividad y así suplirme. Cuando logró su objetivo, poco le duró el gusto; fue despedido casi de inmediato, le gustaba el mando, no las responsabilidades e intentaba buscar culpables por sus fallas. Antes de marcharse mencionó a su compañera de trabajo, como unos lobos lo atacaban en sus sueños recurrentes.

Casi para terminar, recordó otro suceso. En la Marquesa, espacio recreativo, fue con su familia y unos compañeros de día de campo. Se divirtieron , comieron y bebieron; en un acto irreflexivo se fue caminando sólo a una zona arbolada, cercana al lugar del campamento; al poco tiempo empezó a oscurecer y se perdió en la negrura de la noche y del bosque. Recordó el comentario de compañeros excursionistas que lo alertaban de unos maleantes que no solo asaltaban a los transeúntes sino en casos extremos, los desaparecían para no ser reconocidos. Tuvo miedo, mucho miedo y empezó a desandar lo andado; fue imposible retornar al lugar de origen; cada vez se perdía mas. Se encontraba angustiado cuando de pronto aparecieron tres personas amables que lo guiaron a su destino; agradecido les, dio el dinero que llevaba y una moneda de plata que siempre la acompañaba, lista para ser usada en casos de emergencia. Antes de irse las personas le recomendaron tener cuidado ya que en esos lugares asaltaban y lo afortunado que era al tener a un perro lobo como ángel guardián. Se fueron y lo dejaron intrigado. Al acercarse a su familia y amigos le confirmaron los vigilantes del lugar, eran tres los asaltantes que merodeaban por esos lugares y lo imprudente que fue al caminar solo en un paraje desconocido. Ellos no observaron a los tres sujetos quienes por prudencia, no lo acompañaron tan cerca de su familia.

Mas adelante una maestra de la escuela en donde trabajaba, antes de jubilarse, le obsequió unos cuadros en donde se enmarcaban unos lobos: Al preguntarle el por qué del regalo ella le contesto de inmediato, porque se que le gustan. A la fecha los tiene en su pequeña sala para recordar el gesto de una querida maestra de Español.

Acudió con la autora de sus días para que le confirmara el por qué de esas coincidencias, ella le confirmó lo anterior y anexó a los relatos anteriores el siguiente; un día fui al molino de nixtamal y te dejé dormido en tu cuna; como eras muy latoso te saliste de ella y te encaminaste a una tina grande para analizar su contenido. Al caer en ella gritaste desesperado, afortunadamente venía de regreso y tiré la cubeta con el maíz molido y rápido llegué para ayudarte; estabas sujeto a los extremos de la tina, temblando pero sano y salvo, misteriosamente encontré unos mordiscos como de perro en la parte posterior de tu ropa y unos arañazos en tu espalda, como si un animal te hubiera ayudado a incorporarte, muy extraño porque al llegar presurosa escuchaba los ladridos de un perro desesperado que ayudaba a alguien. Por supuesto en la casa no teníamos ninguno y al buscar para ver si se había metido alguno no lo encontré, ignoro de donde salieron esos ladridos de ayuda y las marcas en tu ropa.

Mas adelante, cuando aprendiste a comunicarte con nosotros me hablabas de un gran perro que en tu cuna y donde estuvieras, te protegía o se encontraba contigo. Todo lo anterior pese a que nunca hemos tenido alguno por lo peligrosos que pueden ser en una familia.

Tal vez la explicación, remarcó la mamá, tenga que ver con un suceso que aconteció cuando naciste. En el pueblo en donde gritaste por primera vez, la comadrona, después de atendernos y dejarnos con bien en el tiempo prudente, envolvió con cuidado la unión orgánica que nos mantenía unidos y enterró el cordón umbilical o como decía, el ombligo, en un lugar del corral, junto al potrero para esperar los acontecimientos futuros. Esa noche sucedió algo muy extraño, los perros del poblado empezaron a ladrar primero muy lejos y después muy cerca; como estaban confinados en las casas pues apoyan a los habitantes del poblado para la vigilancia del ganado, no se permite que anden sueltos por la calle. De pronto los ladridos se oyeron mas cerca y al rato cesaron.

Al otro día, temprano llegó la partera y confirmó sus sospechas, al mirarte; mencionó un nombre en su lengua de origen que traducido al buen español, se interpretaría como: -esta bendecido con un animal poderoso que le cuidará-; ahora lo entiendo, es tu animal guardián; tienes un lobo que te ayuda en tu camino por la vida y no te preocupes, es benéfico para ti y malo para quienes buscan perjudicarte“

Al terminar de narrar su relato pensé que diría en voz alta - que te parece este cuento maravilloso -. No sucedió así y con voz clara y firme terminó diciendo: la vida tiene sus misterios y este, es uno de ellos.

Aventuras extrañas suceden a los compañeros de la vida. Le creí.

* Profesor de la Universidad Pedagógica Nacional. Unidad UPN095 D.F. Azcapotzalco.

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